21 septiembre 2007

11. Cicatrices bajo el sol



1.
Lluvia sobre la ciudad de Londres.

2.
Así ha empezado todo: con calles oscuras, neones parpadeantes, pasos rápidos y agua en la pantalla de cine. En el exterior de la sala en cambio, la ciudad de San Sebastián inauguraba un día de sol y una nueva edición –la número 55- de su festival internacional de cine. Dentro, en la oscuridad, la última película de David Cronenberg: Eastern Promises.

3.
Alguien le ha preguntado al director en la rueda de prensa si detrás de esta historia de mafiosos rusos estaba el signo de las tragedias de Shakespeare. Cronenberg ha respondido que no. Que Shakespeare no. Que Dostoievski sí.
Voces del subsuelo procedentes de la antigua Unión Soviética.

4.
Si algo hay en común entre los mafiosos italianos de las calles de Nueva York y los mafiosos rusos de las calles de Londres son sus cicatrices. Así lo ha explicado el director en su presentación ante los medios : “Todos los gánsters tienen una cicatriz. Una cicatriz en su pómulo izquierdo y unas gafas de sol”. También Viggo Mortensen, el protagonista de esta historia, va sumando cicatrices a su cuerpo a lo largo de los casi cien minutos de metraje: primero unos cortes en la espalda, después una paliza en unos baños públicos y finalmente unos tatuajes en sus rodillas y en su pecho.
Y todo sin desprenderse de sus gafas de sol (quizá para ocultar algo que es mejor no saber).

5.
Los chechenos visten prendas amplias de cuero negro, no llevan gafas de sol y utilizan siempre un cuchillo de forma curva para saldar sus cuentas. Los rusos en cambio celebran reuniones sociales en restaurantes decorados con iconos y lámparas de araña, cantan canciones tristes y toman vodka con caviar rojo.
Ninguno de los dos bandos ha utilizado pistolas en toda la película. Su estilo es otro, mucho más básico: ataques afilados al cuello, prostíbulos sin puerta de salida y cuerpos lanzados al río en el lugar exacto en el que la corriente se encarga de hundirlos para siempre.
El resto, todo eso que sucede en las películas de mafiosos, sean de donde sean: jerarquías, venganzas, familias y estallidos de violencia. Eso sí, procesado por el ojo de Cronemberg y con un resultado en el que nada es tan simple como parece.

6.
“¿Quién eres realmente?”.
Es lo que le pregunta el personaje interpretado por Naomi Watts a Viggo Mortensen. Una duda que también articulaba la anterior obra del director, A history of violence (2005).
La respuesta en este caso vuelve a ser muy básica, pues Mortensen se presenta como un simple chófer del dueño de un restaurante llamado “Transiberiano”. Pero nosotros sabemos que a Cronenberg siempre le han gustado los espejos. Los espejos rotos en mil pedazos y las múltiples identidades resultantes de esa imagen.

7.
A mí un restaurante llamado “Transiberiano” me parece la mezcla perfecta entre la Transilvania de Drácula y la Siberia helada de los campos de exterminio.

8.
Llueve en el interior de una pantalla de cine y las vidas del chófer Nikolai –Mortensen- y la enfermera Anna –Watts- se cruzan demasiado cerca de los negocios de una poderosa familia rusa.
Y cuando ha terminado todo, el sol del exterior, los nueve días que aún quedan de cine y los caminantes tranquilos de la ciudad de San Sebastián me han parecido mucho más sospechosos que nunca.
- ¿Sospechosos de qué?
- No sé, pero de algo.

9.
Yo también paseo ahora con gafas de sol. Por si me siguen. Por si tengo que seguir a alguien.

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