11 septiembre 2007

09. Este oeste


1.
Llevo varios días viajando, regresando, despidiéndome y saludando a gente a la que no había visto en mucho tiempo. Y mientras escribo estas líneas, preparo también más viajes: uno urgente a los laboratorios Fotofilm Deluxe de Madrid y otro igualmente cinéfilo y de trabajo al festival de cine de San Sebastián, que comienza el día 20 de septiembre. Y mientras repaso itinerarios, planos y mi cuaderno de notas, se me ocurre pensar en mis zapatos y llego a la conclusión de que no están diseñados para llegar muy lejos (tienen ya dos años y la suela izquierda está bastante gastada). Chéjov hablaba de la importancia de un buen calzado para moverse por el mundo. Y estoy seguro de que también viajaba con brújula.
Anoto en la página de tareas pendientes pasarme por una zapatería. Y esta tarde voy a buscar la brújula que me regalaron una vez hace muchos años.
Perder una brújula.
Buscar una brújula.
Qué extraño todo a veces.

2.
Repaso El largo viaje de Sergio Pitol y termino en la primera frase de un texto titulado El regreso:
“Lo que más me sorprendería después, al recordar aquel día, sería su extraordinaria duración”.
Lo que más me sorprendió a mí fue comprobar que muy cerca de donde yo había pasado tantos veranos de mi vida se había rodado una película mítica del cine español. Mi madre me había contado alguna vez que por allí cerca se había filmado algo, aunque no sabía muy bien qué. Ella prefería recordar la ocasión en la que Carlos Menem había bailado con Juanita, una amiga de mi madre, en la ermita de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), cuando el futuro presidente aún era gobernador de la provincia argentina del mismo nombre y estaba de gira por España.
No fue hasta mis primeros años de universidad cuando puede precisar el título y director de aquella película rodada en los paisajes de mis veranos. Y calculo ahora mismo que yo tenía siete años cuando Víctor Erice rodó El Sur (1983) en las calles de Ezcaray.

3.
Mi tío Jose hizo la mili en Burgos y participó como extra en una película de conquistadores que se rodó cerca de su cuartel. Durante muchos años esa ha sido la única experiencia cinématográfica de toda mi familia.
Solía contar mi tío que estuvieron dos días muriéndose de frío en mitad del campo. Y que él se olvidó de quitarse las gafas y el reloj, por lo que por ahí debe existir una película de consquistadores en la que uno de los cientos de extras sale con gafas de los setenta y con el reloj puesto. Cuando terminó la secuencia en la que participó, los del equipo de rodaje le regalaron una espada de plástico que parece una espada de verdad y una foto del rodaje. Yo hace muchos años que no veo esa imagen, pero aún recuerdo a mi tío vestido con un traje muy parecido al de la guardia suiza del Vaticano.

4.
El ritual consiste en volver por lo menos una vez al año al lugar en el que se rodó la película El Sur de Víctor Erice. Y como todo ritual, sus reglas son misteriosas y las razones de su importancia van más allá de todo lo que podría razonar ahora aquí.
Suelo viajar cuando termina el verano o justo antes de las primeras nieves. Preparo el coche, trazo de memoria la ruta y conduzco hasta la casa de la película. Me suele gustar llegar muy pronto, con la primera luz. A veces hago fotos. En alguna ocasión he tomado imágenes con la cámara de súper 8.
Viajo casi siempre sólo, aunque una vez me acompañaron Gorka y Gonzalo y grabamos media cinta de video. Quizá algún día hagamos algo con ese material.
Me gusta pasear despacio por la avenida de árboles y saludar con un gesto rápido de cabeza a los otros paseantes. A veces, si no hace mucho frío, me siento un rato en los bancos de piedra que hay cerca de la fuente. También suelo subir a la ermita de Santa Bárbara, desde donde las vistas del monte San Lorenzo y de la sierra de la Demanda hacen que piense en Irán. En las montañas lejanas de Irán. Después bajo a Ezcaray y como algo en el Masip, un restaurante pequeño que hay en la plaza del pueblo. Suelo echar una siesta en el coche y por la tarde repito el paseo.
Nunca he entrado en la casa, aunque una vez Amaya G. Granell me contó que sus actuales dueños son originarios de Cangas del Narcea (Asturias) pero viven en Madrid. En el pueblo me dijeron una vez que los señores que cuidaban la casa estaban ya mayores y enfermos. Cuando volví al año siguiente, habían muerto y su hijo, que trabaja en uno de los bares de la plaza, ha heredado la tarea de cuidar de la casa durante los meses de invierno.

5.
En el pueblo todavía recuerdan los días de rodaje. Dicen que Florinda Chico se santiguaba cada vez que Víctor Erice gritaba acción.
La casa ha cambiado de nombre y ahora se llama Villa Carmen. La gaviota sigue allí, en lo alto, marcando el norte y el sur, el este y el oeste.

6.
Repaso El arte de viajar de Alain de Botton y anoto las reflexiones de Charles Baudelaire sobre el viaje: “Creo que yo estaría siempre bien donde no estoy, y esta idea de mudanza es una de las que constantemente discuto con mi alma”.
Subo ahora otra vez a los paisajes de San Lorenzo: a veces el sur está en el norte. O en otro lado. A veces uno querría estar en las montañas lejanas de Irán.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

en realidad la historia es que mi amiga reme, que vive en alcalá de henares y es de familia de cangas,pasaba temporadas en vacaciones en la casa de "el sur" porque pertenecía a la familia de una de sus amigas de alcalá.

me gusta ese peregrinaje tuyo anual al santuario de ezcaray.

besos barrigudos desde la casa de invierno en el sur.

Anónimo dijo...

Querido Victor.

Soy uno de los hijos de la propietaria de Villa Carmen, la casa de "el sur". He encontrado tu blog de auténtica casualidad y francamente me ha conmovido, es grato comprobar como alguien puede hablar con tanto cariño de en sitio que es tan entrañable para nosotros.
Me encanta tu investigación pero creo que andas un poco despistado, la casa en realidad ha pertenecido a mi familia desde 1930 aproximadamente. Mis abuelos la compraron porque su hija mayor padecía asma y los médicos le recomendaron esta zona de la Rioja por su "aire puro". Desde entonces y sin interrupción hemos disfrutado de la casa, intacta en su fisionomía y si quieres con más "carisma" cada día.
Los meses de rodaje de la película han derivado, como puedes imaginar en tardes y tardes de anécdotas y chascarrillos, todos entrañables como el recuerdo que tenemos de esa época (aunque yo era aún un niño de 8 años...).
Para que los datos de tu investigación sean algo más certeros te diré que somos de Madrid, aunque mis abuelos eran de Bilbao, y que mis padres se encuentran en perfecto estado, un poco mayores pero con espíritu de chavales.
Las personas que siempre han cuidado de la casa son una familia del pueblo que han sido siempre como de nuestra familia y que tras tres generaciones han hecho que la casa luciera siempre como el primer día...o mejor.
En definitiva, que espero que leas este pequeño escrito porque creo que tu blog es de hace más de 2 años y quizá algún día nos encontremos en uno de tus peregrinajes en casa, en Villa Carmen.
Un saludo.
jmmedinario@yahoo.es

soraya melero dijo...

Magnífica localización para la película más desconcertante que he visto nunca. Yo soy de La Rioja, pero hasta hace un año nunca había visto los alrededores del San Lorenzo tan de cerca.
Es una vista enigmática, que te atrapa en una inmóvilidad pavorosa de muerte. El aire permanece clavado en el verdor de la hierba y lo único que parece fluir es una especie de invisible cascada magnética que rellena todos los sentidos haciendo que los nervios se retuerzan en caprichosas y ocultas filigranas.
El mejor escenario para el crimen interno, para el salto a un desconocimiento que desde esta extraña realidad amenaza tu concepción del mundo.
Plasmar todo esto en lo que difícilemnte nadie repara es un gran logro por parte de Erice. La espiritualidad convertida en imagen. La tragedia se mira a sí misma en este paisaje cinematográfico.