08 noviembre 2007

30. Marruecos 2. Monsieur camèra



1.
Trato de imaginar a Orson Welles caminado por la ciudadela de El-Jadida hace cincuenta años, paseando despacio por la parte alta de la fortaleza, observando el océano y preguntándose cuántos mares le quedaban aún por filmar.
El rodaje de Othello (1951) fue uno de esos rodajes en los que todo estuvo a punto de no suceder, incluso la película misma. Las crónicas dicen que la filmación duró más de tres años, que hubo problemas constantes con la producción y que para el papel de Desdémona se llegaron a utilizar tres actrices diferentes.
Visitamos en aljibe donde Welles rodó una secuencia clave de la película. Pagamos diez dirhams, bajamos unas escaleras y nos encontramos con una gran sala oscura en la que no hay nadie. La impresión es la de estar visitando un espacio sacro: bóvedas, arcos, penumbra, paredes de piedra húmeda y un eco mínimo y constante. También tiene algo de cueva prehistórica, quizá por el ruido de las gotas de agua cayendo desde el techo hasta el suelo inundado. El espacio impresiona. Después llegan cuatro turistas franceses y un guía árabe y el lugar se transforma inmediatamente. Su visita termina con las pertinentes fotos de todos con todos. El guía llama a las señoras “madame camera”. El grupo sale del depósito y nosotros volvemos a la superficie un poco después. Ya en la calle se me ocurre pensar en el cine del subsuelo.Puro cine underground.

2.
Un lugar que junto a su nombre actual –Essaouira- lleve entre paréntesis la leyenda de “la antigua Mogador”, merece ser visitado sin ninguna duda. Si además estamos siguiendo la breve ruta de Orson Welles en Marruecos, acabamos de llegar a la ciudad fortificada donde se desarrolla gran parte de la tragedia de Othello.
La primera impresión es extraña, pues la sensación que me asalta nada más adentrarme por las callejuelas del zoco es la de caminar entre dos películas de Alfred Hitchcock. Gente caminando en todos los sentidos, alfrombras colgadas de las paredes, gatos en las esquinas, voces en idiomas desconocidos, un grito a lo lejos, calles cada vez más estrechas y laberínticas... Sólo falta una persecución: Cary Grant vestido con un elegante traje corriendo detrás de un señor vestido con chilaba y gafas de sol, puestos de frutas saltando por los aires y una puerta secreta antes de pasar a los planos de interiores. La ciudad en cambio está tranquila y los turistas sin trajes elegantes no parecen tener intención de ponerse a correr. Las terrazas están llenas de europeos y americanos que desayunan zumos de naranja y café. El suspense no está por ninguna parte.
Los que sí hay, y en cantidades Hitchcockianas, son gaviotas. En la zona del puerto han tomado los tejados e incluso se han hecho fuertes en ciertos puestos de vigilancia de las murallas. Un grupo de pescadores expertos en el uso rápido del cuchillo está limpiando los peces que llegan al puerto. Las gaviotan no dejan de gritar ante el festín que les espera cuando los cuchilleros terminen su trabajo. Pasar de esta imagen a escribir un guión en el que los pájaros terminen persiguiendo a los pescadores no hay tanta distancia (The birds, Alfred Hitchcock, 1963).
La afición de Hitchcock por disfrazarse y aparecer en sus películas ha terminado en este caso de manera extraña: con el señor inglés paseando despacio y mirando de perfil a cámara por mitad de un texto que iba a hablar de Orson Welles.

3.
El final de una película tiene mucho de abandono. Los equipos de luces, técnicos, actores, actrices, voces de acción y claquetas desaparecen para dar paso otra vez a la normalidad de la vida sin rodajes. Y a veces da la sensación de que las cosas brillan menos después del paso de la maquinaria del celuloide. Como si la ciudad misma no fuera más que el decorado abandonado de una película de la que nadie recuerda ya el nombre. Algo así sucede con la plaza Orson Welles de Essaouira. Acostumbrados a las estatuas, fuentes de colores y esculturas abstractas de nuestras ciudades y rotondas, pasamos un par de veces por una plaza con jardines mal cuidados y bancos incómodos sin darnos cuenta de que el lugar es ese.
Bajo la sombra de un árbol tres señores hablan de sus cosas dando la espalda al ciudadano K. Al relieve que muestra el rostro del director le han arrancado la nariz de un golpe. Alguien en Essaouira guarda la nariz de Orson Welles en su mesilla de noche. Las placas que decían algo sobre el director y sobre el rodaje de la película en la ciudad también han sido arrancadas. En este caso no es el cine quien ha abandonado a los mortales, sino al contrario. Y es que la vida continúa.
Me acuerdo ahora de los trucos de magia para desaparecer que utilizaba Orson Welles al final de F for Fake (1973) y pienso que por fin aquí lo ha conseguido, que en esta plaza africana el señor Welles ha logrado desvanecerse, y creo además que como a él le hubiera gustado: con tres señores bajo un árbol hablando de sus cosas, sin nariz ni placas complacientes, con el zoco atestado de gente y de voces, con los pescadores del puerto mostrando en sus puestos los pulpos y langostas y planeando la salida al mar del día siguiente.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No es por fastidiar, pero el señor que perseguía al tipo con chilaba y gafas de sol no era Cary Grant, sino James Stewart, ¿no? Un abrazo.

eresfea dijo...

El Jadida y el aljibe... Cuando Ander me contó vuestro propósito viajero allí, me esforcé en recordar otro viaje pasado.
Al final lo que tenía claro del lugar eran dos cosas:
1. El día de 1994 que visité el lugar se estaba rodando una película francesa por aquellas calles, y el decorado viajaba a los años 30 ó 40 del siglo XX.
2. Compré media docena de huevos duros -insistí: "¿Están cocidos?"- y tres de ellos me los vendieron crudos.
Jo, cuántos viajes dentro de los viajes.

Ander Izagirre dijo...

Y si te atreves a añadir mayonesa marroquí a los huevos duros, entonces sí que tendrás un viaje dentro del viaje.

eresfea dijo...

Sí, claro, el último viaje...