13 diciembre 2007

34. Avant-Retro-Avant



1.
El festival de cine más feliz que conozco es el que organizan los amigos de Toma Única en La Casa Encendida de Madrid. Pocas veces he visto tanta gente tan contenta en el interior de una sala.
El juego consiste en rodar un carrete de súper-8 de 150 metros (3 minutos más o menos), enviarlo al festival, esperar a que lo revelen en un laboratorio de Alemania y asistir por primera vez a la proyección de unas imágenes montadas en cámara que nadie sabe cómo han quedado y que se ven por primera vez en una sala de cine.
Todos los años hay varios homenajes a Malevich (en versión blanco sobre blanco o negro sobre negro), pues no siempre las cámaras rescatadas del desván están en buenas condiciones. También hay una línea de superochistas que trabajan sin darse cuenta y con verdadero arte el cine desenfocado. En estos casos es el público quien tiene que descifrar qué pone en los intertítulos o en los créditos finales. O el propio director, que tiene la oportunidad de tomar un micro y explicar mientras pasan las imágenes "qué deberíamos estar viendo".
- Aquí la actriz se sube a un tren, mira a cámara y lanza un beso al aire. Ahora estamos en una playa de Cadaqués...
Después están los veteranos, los que llevan con el festival desde la primera edición, los que cuando hablan de S-8 no miran hacia atrás, los virtuosos del ojo mínimo, los expertos en microgramas de apenas tres minutos. Yo todos los años espero con verdadera curiosidad los nuevos trabajos de Julio Drove o de Pablo Cobollos, por ejemplo.
Lo curiosos es que tanto unos -los primerizos- como otros -los cinematográficos-, se lo pasan igual de bien. Porque este es un festival, y esto no es nada fácil de encontrar, en el que las cosas suceden siempre "por primera vez".

2.
El festival de cine más feliz del mundo es también un festival sonoro. Las películas mudas de S-8 van acompañadas por músicos que miran la pantalla e interpretan en directo, al estilo de los pianistas en blanco y negro de la época de los pioneros. En este caso también vale de todo: desde un cuarteto de saxos, solos de pandereta, músicas experimentales, hacer el pato, collage de voces o el coro de veinte personas que desde el año pasado acude al festival para acompañar las imágenes del director Valentín J. Alejándrez.
Se mezclan de esta manera el pasado -porque el cine es siempre en pasado- con la improvisación sobre el escenario -que tiene mucho de futuro. Y quizá sea esta combinación otra de las claves de Toma Única.

3.
Todo sucede aquí, durante los primeros días del mes de diciembre. Y en La Casa Encendida de Madrid la calefacción está siempre encendida (menos mal).

4.
Hace unas semanas Katrin vino a casa a pasar la tarde y estuvimos dibujando y pintando sobre el celuloide de un viejo carrete de S-8, acordándonos un poco de esa extraña película de Jose Antonio Sistiaga titulada Ere Erera Baleibu Icik Subua Arauren (1970) y de los experimentos pictóricos sobre celuloide de Rafael Ruiz Balerdi en su Homenaje a Tarzán (1971).
Al final nos salió una película un poco alemana que yo titularía Unter Wasser. El silbido final es parte del recuerdo de una película de Johan Van Der Keuken que vi una vez en Barcelona.

5.
Todo lo escrito hoy en este cuaderno no es más que un homenaje a los que hacen posible que exista un festival como Toma Única: Rita, Nerea, Miguel, Paco, Andrés, etcétera. Ánimos y volvemos a vernos en la edición del año que viene. Abrazo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Unter Wasser. No sé. Yo creo más bien que es un billete de tren. Trayecto: infancia-vejez. Normal que silbe.

Vente por casa, Dr. V. Ya no quedan muchos espías.